Escrito por JESÚS GISBERT publicado, en TEBEOSFERA. TERCERA ÉPOCA, 16, Sevilla.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD (NO) ES PURA COINCIDENCIA
A nadie le sorprende la sintonía que existe entre el humor gráfico, la sátira y la caricatura política. Es una afinidad en cierto modo de origen, que viene al menos desde los tiempos de la revista francesa Le Charivari (1832), inspiradora de la británica Punch, or the London Charivari (1841), aunque en realidad la tradición de la prensa satírica en Francia viene de los tiempos de la Revolución de 1789 (sin contar la circulación de estampas clandestinas durante el Antiguo Régimen). En el ámbito de la historieta, quizá la primera muestra de esta vinculación la constituye el protocómic Historia de la Santa Rusia (1854), de Gustave Doré, mucho más absurdo y procaz que el ingenuo Tintín en el país de los Soviets (1929), pero igual de antirruso. En esta línea o tradición, vemos que buena parte de la historieta underground (por no decir casi toda o en cierto sentido toda), con Robert Crumb a la cabeza, combina humor y política con su característico desenfado. Por su parte, aunque la tradición del cómic político en tono serio, por decirlo de algún modo, es menos dilatada en el tiempo, la producción de tebeos e historietas de esta índole y su presencia en el medio es muy abundante (me permitirán que cite solo unos pocos ejemplos: ¡No pasarán! y Jonas Fink, de Giardino; las colaboraciones de Hernández Cava y Seguí; March, de Lewis, Aydin y Powell; Che. Vida de Ernesto Che Guevara, de los Breccia y Oesterheld, o Partida de caza, de Bilal y Christin, de un larguísimo etcétera de autores y títulos de cómic político sin sonrisas).
…