Publicado en eslahoradelastortas.com el 23 de febrero de 2019 por Alejandro Martínez
Antonio Altarriba y Keko continúan con su particular trilogía que busca mostrar el lado más oscuro y miserable del ser humano. Tras Yo, asesino nos traen Yo, loco, una obra que gira en torno a la enfermedad mental pero que en el fondo es una denuncia de la manipulación de un tema tan importante como la salud por parte de parte de la industria farmacéutica. Publicado originalmente en Francia bajo el sello Éditions Denoël, podemos disfrutar de ellas en España gracias a Norma Editorial.
Ángel Molinos trabaja para la empresa Otrament, acrónimo de Observatorio de TRAstornos MENTales, elaborando perfiles psicológicos que buscan crear nuevas patologías susceptibles de nuevos tratamientos farmacológicos. Molinos tiene un pasado complejo, con una relación muy frágil con su familia, y cuando comienza a verse inmerso en las propias luchas internas de la compañía, y desaparezca un compañero de trabajo, se verá expuesto a una tensión que no todos sabemos gestionar igual…
Si Yo, asesino me pareció interesante y con un tono muy personal, Yo, loco me ha sorprendido, porque iba ya sobre aviso de lo que podía esperar y aún así me he encontrado un tono de historia que no imaginaba en absoluto. Si la primera era mucho más introvertida, con un protagonista (que por cierto hace un par de cameos en esta historia) encerrado en su mundo, aquí el protagonista está en continua relación con el exterior. Con una personalidad similar, este está más obligado al contacto externo, ya sea por una empresa gigante que obliga a realizar un trabajo de equipo, como por el pasado que reaparecerá en su vida cuando sus padres sean desahuciados.
Me parece sumamente hábil cómo construye Altarriba la personalidad de Molinos, cómo aprovecha esa inercia de los que ya hemos leído la anterior obra para ir presentando situaciones que no esperamos. Lo que nos muestra de su pasado nos ayuda a comprender mejor cómo ha llegado a convertirse en esa persona ordenada, suspicaz, asexual (o apotisexual, como él mismo se define) y con una inestabilidad anímica que lo hace estar al límite si se expone a cierta tensión. No llega a rebasar en ningún momento su concepto de la legalidad, como el Enrique de Yo, asesino, e incluso es algo que cierto personaje en un momento determinado le llegará a recriminar.
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