Texto publicado en el libro de CÓMIC PARA TODOS, escrito por Juan Rodríguez Millán
Cuando Antonio Altarriba y Keko unieron fuerzas en Yo, asesino (aquí, su reseña), fue para dejarnos una turbia historia sobre un hombre que mataba, sí, pero con ejecuciones basadas en el arte. Después de haber prolongado las buenas sensaciones de aquella en la también notable El perdón y la furia (aquí, su reseña), en Yo, loco dan una suerte de continuidad a ese universo personal, pero con nuevas motivaciones. Esta vez se adentran en los rincones más oscuros de la industria farmacéutica y en el peligro de la locura, de los trucos de la mente. Y el rojo que destacaba en Yo, asesino se convierte aquí en amarillo, un tinte con el que potenciar el brutal blanco y negro en el que ejecutan su obra. Es verdad que en algunos momentos se puede tener la sensación de que la crítica a las farmacéuticas, feroz hasta el extremo pero argumentada con precisión, puede llevarse un poco por delante las sensaciones de la locura a las que hace alusión el título. Pero hay dos cosas que potencian el resultado final. Su conclusión, brillante y descabellada fusión de los dos temas que ocupan a Altarriba y Keko, y la maravillosa forma de llevar a estos terrenos un thriller de lo más clásico, en el que resulta divertido aventurar qué busca cada uno de los personajes que aparece en escena. Ahí Altarriba domina como pocos la historia.
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