Antonio Altarriba y Keko
Éditions Denoel, 2014-2021 / Norma Editorial, 2014-2020
La trilogía formada por Yo, asesino (2014), Yo, loco (2018) y Yo, mentiroso (2020) de Antonio Altarriba y Keko, publicada por Norma Editorial se compone de tres thrillers a primera vista autónomos, pero en realidad relacionados por una multiplicidad de hilos tanto formales, como narrativos y simbólicos que dan aún más fuerza a la crítica despiadada a la sociedad contemporánea que despliegan.
En Yo, asesino, Enrique Rodríguez, profesor de Historia de Arte en Vitoria, especializado en la pintura cruel católica, perpetra crímenes que concibe como performances artística y valen por su gratuidad. Este relato que satiriza las imposturas, clientelismos y cobardías en la Universidad del País Vasco de los años 90 y desvela la superficialidad y el arribismo en el mundo del arte contemporáneo, establece un punto de vista perverso: el lector o la lectora acaban por empatizar con el protagonista, al que Keko prestó la cara del propio Antonio Altarriba (profesor jubilado de literatura francesa de la Universidad del País Vasco) por su integridad frente a los otros personajes, cínicos y oportunistas. Los asesinatos cometidos con perspectiva artística —en la línea de las ficciones entorno al personaje de Hannibal Lecter inventado por Thomas Harris— sirven para hacernos reflexionar sobre los crímenes que los poderes o los grupos armados (aquí ETA) justifican por motivos políticos, así como sobre la venalidad y superficialidad de los artistas e intelectuales que se venden al mercado o traicionan sus valores por ambición.
“Yo, loco” denuncia a la todopoderosa y peligrosa industria farmacéutica, que entre otras aberraciones manda al protagonista Ángel Molinos, antiguo dramaturgo que trabaja en la sede de Vitoria de una filial de Pfizin, que invente patologías mentales para mejor vender nuevos tratamientos pero las utiliza también para deshacerse de los engorrosos o disidentes. Sorprendentemente, Altarriba asegura no haberse inventado ninguna de las estrafalarias enfermedades que dan al cómic su dimensión humorística.
Y”Yo, mentiroso” presenta a su vez un amargo retrato de la clase política española, allá por 2016, de su corrupción y ausencia de límites en la mentira, la manipulación o la capacidad para deshacerse físicamente de los que estorban. Adrián Cuadrado asesor del gabinete de comunicación se pasa de un bando (José Antonio Godoy) a otro (Pedro Sanchís) —el disfraz onomástico no podría ser más transparente— cuando entiende que el poder va a cambiar de manos. Esta última entrega es muy densa, visualmente espectacular, en particular en las arquitecturas, los viejos palacios derruidos que el partido abandona para poder mejor desclasificarlos y venderlos, y ferozmente lúcida.
Gráficamente, la trilogía se presentan como tres variaciones cromáticas combinadas con el blanco y negro muy contrastado y afilado propio del estilo de Keko. Para cada obra, los autores han elegido un color que sirve de guía visual, pero del que hacen también un uso simbólico : el rojo, color de la sangre y la ira, en Yo, asesino, el amarillo que subraya causas o síntomas de locura en el protagonista en Yo, loco, y el verde que sirve, entre otras cosas, para desvelar la realidad detrás de las apariencias en Yo, mentiroso.
Las obras tienen en común el hecho de sumergir a lectoras y lectores en una de las peores facetas de la sociedad contemporánea, una trama muy negra, una voz en off sentenciosa y cínica como contrapunto de los discursos oficiales, que se eleva como manifestación de un inconsciente colectivo, privada de superego y desembarazada de los filtros que la suelen disimular.