‘El arte de volar’ es todo un hito en la historia del cómic español. Su protagonista, al igual que Telémaco, conmueve al lector en la búsqueda de su padre. Derrota y esperanza, sin épica, con integridad.
Creo que la relación del hijo con la figura del padre ha seguido dos modelos clásicos en la narrativa occidental: el creado por Sófocles, con todas las variantes que a partir del siglo XX popularizó el sicoanálisis, es decir, el padre odioso al que voluntaria o involuntariamente Edipo desea aniquilar; y el modelo Telémaco: la búsqueda del padre, el esfuerzo del hijo por comprender al padre.
Sin duda la literatura moderna ha sido mucho más edípica que homérica, sobre todo porque la primera encontró su paradigma perfecto gracias a un comerciante judío de Praga. De origen humilde, había conseguido medrar hacia una aceptable mimesis de la burguesía; cuando el negocio comenzó a flaquear, solicitó ayuda de su hijo, un empleado de una agencia de seguros que tenía todas las tardes libres y, al fin y al cabo, las desperdiciaba en una labor sin beneficios, escribir. El hijo se enfureció y en la petición del padre leyó el egoísmo, la incomprensión y falta de respeto que, según él, afloraban siempre que el padre se le dirigía.