Antonio Altarriba

Escritor sobre cómic

¿Qué es primero, la teoría o la práctica? En el círculo que lleva de la reflexión al acto o del proyecto a su realización resulta difícil saber dónde se encuentra el origen. Probablemente lo uno lleve a lo otro en una espiral, más que en una círculo, que intenta diversificar las propuestas y ampliar el imaginario. Desde luego yo me pierdo en la estrecha frontera que separa lo uno de lo otro y con asiduidad la atravieso tanto en una dirección como en la contraria. Es más, me resulta difícil entender que haya tantos críticos incapaces de adentrarse, aunque sea con discreta privacidad, en los vericuetos de la creación y, al revés, tantos artistas reacios a explorar las implicaciones de su obra.

En el caso concreto del cómic empecé por la teoría. A partir de 1976, confrontado a la necesidad de hacer una tesis para seguir en la Universidad, decidí trabajar sobre el medio que me parecía esconder un mayor misterio expresivo, síntesis quintaesenciada de imagen y palabra. No era fácil porque en España no existía tradición académica de estudios sobre historieta y menos en Filología. Es más, todo el mundo me lo desaconsejó tanto científica como estratégicamente. El tema no merecía culturalmente la pena y, desde luego, no iba a contribuir a mi promoción profesional.

A pesar de ello, insistí y por fin logré que Francisco Hernández, catedrático de Literatura Francesa en Valladolid, aceptara la dirección del trabajo concediéndome, a falta de conocimientos sobre el tema, una absoluta libertad para abordarlo. Me centré en lo que en aquellos momentos constituía el corpus más innovador, la producción francófona de 1970 a 1980. Además de repertoriar un amplio catálogo de publicaciones, la tesis pretendía establecer algunos rasgos diferenciadores entre el relato en imágenes y el literario y acotar la especificidad del medio. La titulé La narración figurativa no tanto para presentar los tebeos con terminología ennoblecedora como para dejar clara mi apuesta teórica. En el cómic la narración se ve condicionada por la figuración, por lo tanto resulta más adecuado reivindicarlo como «narración figurativa» que como «figuración narrativa», concepto en boga por aquellos años. Disquisiciones aparte, leí la tesis en 1981, conseguí el premio extraordinario de doctorado y, aunque nunca se publicó, he bebido durante años de sus propuestas.