Antonio Altarriba

David García-Reyes, reseña sobre “La narración figurativa”

 Altarriba, Antonio, La narración figurativa. Acercamiento a la especificidad de un medio a partir de la «Bande Dessinée» de expresión francesa, Alcalá de Henares, Ediciones Marmotilla, 2022. ISBN: 978-84-09-39250-6, 414 pp. 

David García-Reyes, ESPACIO, TIEMPO Y FORMA SerieVII · historia del arte (n. época) 11 · 2023 · 499–502 ISSN1130-4715 · e-issn 2340-1478 UNED

“Cuando Antonio Altarriba no había cumplido aún la treintena, defendió la tesis del mismo título de la que se deriva el libro que aquí se aborda. La narración figurativa es el resultado de un extraordinario proceso de trabajo que no solamente entrega claves fundamentales a cuestiones sobre la «Bande Dessinée», eso que popularmente se conoce como la BD o cómic francobelga, sino que hace un pormenorizado recorrido para esclarecer asuntos en torno a una manifestación artística como el cómic. Lo hace detallando el recorrido histórico y la consolidación de la historieta como producción cultural, describiendo los contextos en los que se vislumbra el potencial del estudio y la trascendencia del medio, su impacto social y también incluyendo los devenires críticos y teóricos de la efervescente década de 1970. 

Nos encontramos ante un texto que ha sido despojado de redundancias y en el que se han traducido las citas del francés original al castellano. Es cierto que han pasado más de cuarenta años desde entonces y eso podría resultar una losa inamovible en un trabajo de este calado, pero probablemente como suele suceder a menudo, no todo es lo que parece. Algunos lectores pueden evocar las páginas de El Ala Rota (2016), porque en muchas de las viñetas del penúltimo capítulo de la novela gráfica con la que Kim y Altarriba cerraban el díptico sobre los padres del segundo, aparecía representado el joven Antonio Altarriba Ordóñez que poco después de lo que se contaba en la narración concluiría su licenciatura de Filología francesa en la Universidad de Zaragoza y comenzaría sus estudios para elaborar una tesis única, la segunda que se defendió en España sobre historieta desde que en 1975 Juan Antonio Ramírez presentase la suya en la Universidad Complutense. 

En 1981, Altarriba, como tantas y tantos antes y después, obtenía su grado de doctor y muchas incertidumbres. Esta tesis sería merecedora del Premio Extraordinario de Doctorado en la Universidad de Valladolid y, como en el caso de Ramírez, lo conseguía doblegando prejuicios y adelantando muchos de los caminos teóricos que vendrían después y que su autor iría compartiendo en su producción científica, sobre en todo en su aportación como editor y crítico de la revista Neuróptica. Estudios sobre el cómic (1983-1985), publicación académica que se ha retomado y vive una segunda época desde hace unos años. 

Pero el grueso del estudio que se puede encontrar en el libro se desarrolla en el marco de las humanidades y, concretamente, bajo parámetros filológicos sin olvidar el carácter icono-textual de las narraciones gráficas, de ahí que no pueda resultar extraña la especial relevancia de la imagen dentro de la investigación. No obstante, no se trata de una confrontación entre disciplinas porque a Altarriba lo que siempre le ha interesado, y se le da muy bien, es tender puentes. El ensayo despliega inteligentemente los elementos de lo visual frente a condicionantes lingüísticos y cuenta con un destacado y muy funcional apartado en el que se detalla la escenografía y la puesta en escena del cómic. En estos itinerarios, Altarriba sabe ahondar en las propiedades polisémicas de la imagen y plantearse la capacidad y los usos de las funciones expresivas y estéticas de la historieta. El volumen constituye una imprescindible contribución para entender un medio que se aleja con frecuencia de lo que se considera adecuado, irradiando un aura que intenta escapar de las convenciones para prodigarse hacia lugares, formatos y narraciones que pueden contener referencias literarias pero que van dotándose de una especificidad visual autónoma, compleja y cada vez más diversa a medida que se consolida en una manifestación creativamente madura. 

Como ya se ha comentado brevemente, La narración figurativa también sobresale por cómo describe la evolución histórica y temática de la BD, y sus planteamientos sobre cuestiones formales, avances estéticos y escenográficos, hasta sus pasajes sobre las tendencias críticas y las reflexiones sociológicas y culturales vinculadas a la industria del cómic francobelga. Presta especial atención a las condiciones de producción de la BD y la competencia frente al cómic originario de los Estados Unidos de América. 

Altarriba nos ofrece un profuso y documentado estudio en el que a pesar del tiempo transcurrido se revela el savoir faire de un prometedor veinteañero que se concreta en un vigoroso texto que permite acercarse a la disciplina y entender los derroteros por los que ha frecuentado la investigación de la narración gráfica desde entonces. Todo completado con una edición cuyo aparato final de ilustraciones resulta una intensa y enriquecedora galería de todo lo que el libro ha ido perfilando y apuntalando teóricamente. 

La narración figurativa es muchas cosas y entre las mismas sobresale su prodigiosa defensa del cómic como arte y como industria cultural, también es toda una impagable declaración de intenciones en cuanto al rigor y a las pautas de lo que debe ser una investigación. En este caso lo es para todos aquellos que se dediquen o que quieran dedicarse al estudio del cómic y aledaños. De esta manera y afortunadamente, Altarriba prescindió de todos los malos augurios que se cernían sobre el tema elegido y el desprecio de aquellos que, en su ignorancia, ni supieron ni quisieron ver lo que tenían delante. El que luego fuera catedrático de la Universidad del País Vasco se convirtió en un pionero y en un indiscutible referente de todo lo que tuviera que ver con la investigación, la creación y la divulgación historietísticas. La suya, aunque accidentada, sigue siendo una carrera de fondo, una trayectoria de éxito que da un generoso ejemplo que permite entender el modo de sortear el coste académico de un tema proscrito por los paladines de la norma, esos aseados prescriptores de la investigación que no pudieron enmendar la superlativa y generosa personalidad del investigador aragonés. 

En su estimulante prólogo, Roberto Bartual apunta que todos lo que se dedican a esto de estudiar los tebeos son «un poco hijos de Antonio» y es que Altarriba no es el único que ha dado la batalla a las suspicacias y recelos contra el arte de las viñetas, pero su activismo ha resultado vital para derribarlos porque su brillantez intelectual y su contumaz perseverancia han contribuido a romper los rígidos goznes de la academia, amplificando las inmensas posibilidades que se abrían en el campo de los estudios de cómic en las universidades hispánicas. 

Lo que se conocía de este notable trabajo doctoral de Altarriba eran los resúmenes que circulaban antaño por algunas bibliotecas universitarias españolas. Personalmente, recuerdo con emoción tener en mis manos el ejemplar de una de esas separatas, admirado ante lo que creía que era el origen de tantas cosas. El teórico de Zaragoza fue desobediente y no se dejó vencer por el desaliento y las posiciones acientíficas que poblaban el ámbito académico de las humanidades. De este modo, Altarriba no solamente fue forjándose un nombre como investigador en cuestiones vinculadas al cómic, sino que su labor es más extensa y notoria. Altarriba es, o ha sido, novelista, guionista de cómic y fotografía, director artístico y coordinador en la producción de historietas de la Editorial Ikusager, pasando por el comisariado de exposiciones o destacando en su labor como crítico y teórico de cómic, labor en la que se inscribe la presente novedad editorial. 

Ese bisoño tesista parece haber vivido muchas vidas desde que defendiese su tesis, pero actualmente sigue compartiendo un torrente de aportes muy útiles para poder manejarse dentro de las muchas sendas de los estudios por los que transitan las distintas disciplinas que se mueven dentro de los estudios de cómic. Gracias a una obra como esta, podemos acceder a un tiempo, a una época, en el que la importancia de la BD francobelga señala el que era ya un valor sociocultural afianzado en sus principales centros de producción y consumo. Al plantear el desplazamiento de este estudio a otras geografías y tradiciones se configura y se da perspectiva sobre el impacto de la historieta, permitiendo comparar y estudiar procesos globales que siguen muy vivos en todo el mundo del cómic. 

Hoy, este trabajo de investigación tiene muchos recorridos y aunque se le presupone una entidad arqueológica, mantiene una vigencia que confirma lo venidero, un texto que sigue siendo un exhaustivo recorrido por la semiótica, por los estudios visuales, la sociología cultural y por tantas hibridaciones que deambulan y exploran numerosos intersticios y muchos cruces más, pero es, además, por derecho propio, una excelente aproximación a los estudios de cómic. Pudiera parecer lo contrario, pero la publicación de La narración figurativa no llega tarde, como todo lo que tiene que ver con la historieta, solamente se ha demorado un poco en llegar a su destino. La fórmula carece de pretensiones canónicas y es un texto tan lucido como modélico para cualquiera que emprenda el camino que supone el estudio de la narración gráfica o para cualquier lector interesado por el arte del cómic. 

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